
La mayoría de las personas que evitan los lácteos es porque tienen alguna intolerancia, alergia o porque notan que no les sientan bien.
De hecho, el motivo más habitual suele ser una intolerancia a la lactosa. Y, aunque esta intolerancia puede ser una buena señal de que tu cuerpo no quiere lácteos, también puede haber otras circunstancias en las que limitar su consumo, o incluso eliminarlos del todo, puede merecer la pena.
Por eso, hoy me voy a centrar en estas situaciones en las que, independientemente de la lactosa, tomar lácteos puede tener más inconvenientes que ventajas.
Lácteos y acné
Existen varios factores que se relacionan con el desarrollo del acné. Hay una importante base genética, pero también influyen el tipo de bacterias presentes en la piel y el estado hormonal entre otros.
En el componente hormonal influyen los niveles de hormas sexuales (estrógenos, progesterona, testosterona…), las hormonas del estrés (como el cortisol) y la insulina.
Ya vimos en otro artículo que uno de los problemas de los lácteos es que estimulan la secreción de insulina y activan vías metabólicas relacionadas con el crecimiento celular. La activación de estas vías es uno de los mecanismos más estudiados que relaciona el consumo de lácteos con el acné.
Por lo tanto, aunque los lácteos no sean la causa única que determine la aparición de este acné, son un factor más a tener en cuenta.
Lácteos y enfermedades reumatológicas y autoinmunes
También se ha estudiado el papel de los lácteos en el desarrollo de enfermedades reumatológicas y de tipo autoinmune (como la diabetes mellitus tipo 1); Sobre todo asociado un aumento de la permeabilidad intestinal.
Cuando existe un aumento de la permeabilidad intestinal significa que la función de “barrera” de nuestro intestino está alterada. Esto permite el paso al interior de nuestro cuerpo de sustancias y moléculas extrañas, como algunas proteínas de la leche. Cuando éstas proteínas pasan a nuestro interior, el cuerpo las detecta como extrañas y genera defensas contra ellas. Estas defensas pueden después atacar y destruir nuestras propias células y tejidos, dando lugar a este tipo de enfermedades reumatológicas y/o autoinmunes.
Igual que decíamos antes, los lácteos no son la única condición necesaria para su aparición. También existen factores genéticos, infecciosos, hormonales, intestinales (permeabilidad, alteraciones de la microbiota), etc. que van a influir en su desarrollo. Pero, de nuevo, son un factor más a tener en cuenta.
Lácteos y dificultad para la pérdida de grasa
La pérdida de peso y la mejora de la composición corporal no son incompatibles con el consumo de lácteos. Pero algunos efectos de éstos pueden ponerlo más difícil, sobre todo si su patrón de consumo no es el adecuado.
Por un lado, el efecto estimulante de la secreción de insulina de los lácteos se opone a la pérdida de grasa.
Y por otro lado, tienen cierto efecto adictivo que hace casi imposible moderar su ingesta. Esto supone que, sin ser conscientes, los lácteos se conviertan en una de las principales fuentes de calorías del día. Y además desplazan a otros alimentos interesantes desde el punto de vista nutricional.
Por eso, si ya estás siguiendo una alimentación saludable, llevas un tiempo cambiando tus hábitos y no consigues perder grasa o te has estancado, es posible que controlar la ingesta de lácteos pueda ayudarte.
Pero ojo, no pienses que la culpable es la grasa de la leche. Tomar lácteos desnatados tampoco ayuda a la pérdida de peso.
Lácteos y cáncer
No hay estudios que hayan demostrado que los lácteos causen cáncer.
Hay muchos estudios que intentan esclarecer si su consumo se asocia o no con mayor incidencia, mortalidad o peor pronóstico del cáncer. Pero los resultados de todos ellos son muy dispares, poco consistentes y no resultan válidos para sacar conclusiones.
Sin embargo, se ha visto que en la proliferación de las células cancerígenas de algunos tipos de cáncer participan señales de crecimiento mediadas por la insulina. Por otro lado, se sabe que las proteínas de los lácteos aumentan la secreción de insulina y activan estas señales de crecimiento, sobre todo si se toman en grandes cantidades.
Por supuesto que los lácteos no son la única condición necesaria para el desarrollo o progresión de ningún tipo de cáncer. Pero, si aplicamos el principio de precaución, sería aconsejable reducir o evitar los lácteos para minimizar esta estimulación del crecimiento celular en caso de padecer esta enfermedad.
Y si te sientan mal los lácteos…
Parece lógico que si los lácteos te sientan mal los evites. Y, a continuación, que alguien te diagnostique la causa por la cual te sientan mal.
Sin embargo, la mayoría de las veces lo primero que se hace es cambiarlos por lácteos sin lactosa. Esto solo debería hacerse una vez que te han diagnosticado una intolerancia, como ya expliqué con detalle en este artículo sobre la intolerancia a la lactosa.
Lo mejor es que si notas que te sientan mal acudas a un profesional que investigue el motivo. Ya te adelanto que las causas pueden ser múltiples. Algunas reversibles y transitorias, e incluso puede ser que ni siquiera tengan que ver con los lácteos en sí.
Así que si no te sientan bien mejor evítalos hasta que sepas por qué, y no te limites a tomar leche y productos sin lactosa.
En resumen:
El acné severo, las enfermedades autoinmunes o el cáncer son problemas graves de salud que suelen necesitar tratamientos médicos agresivos con importantes efectos secundarios. Los factores que intervienen en su origen, evolución y pronóstico son múltiples y complejos.
Se ha estudiado que, en algunas circunstancias, los lácteos podrían tener alguna influencia en su desarrollo y progresión. Y aunque no sean la causa única que vaya a determinar su aparición, pueden ser “la gota que colma el vaso”.
Limitar el consumo de lácteos es una medida fácil, poco agresiva, exenta de riesgo y sin efectos secundarios. Por este motivo, puede merecer la pena reducir o evitar los lácteos en estas situaciones. Es poco lo que se pierde por probar y mucho lo que se puede ganar.
También puede ser de ayuda controlar el consumo de lácteos si, a pesar de llevar una alimentación saludable, te cuesta perder grasa.
Y en caso de que te sienten mal, no los cambies por lácteos sin lactosa. Mejor evítalos y consulta a un profesional que te diagnostique el motivo 🙂
Hola.
Te sigo desde hace algún tiempo. Tus artículos son muy interesantes, lo que más me gusta es que hay bases científicas que lo respaldan. Respecto a este tema, parece que mi caso de estancamiento en la pérdida de grasa pueda deberse a mi consumo de lácteos. Aunque es muy moderado, y tomo yogurt griego hecho por mi, de tanto en tanto consumo algún queso curado, fresco no batido a la semana. La duda que me surge tiene que ver con la ingesta de batidos protéicos provenientes del suero de leche. Este factor sería a tomar en cuenta. Por otro lado, aunque estudios digan que el consumo de Whey protein sea beneficioso para entrenamientos de ganancia de masa muscular, se aplicaría todos estos riesgos que comentas al proteína proveniente de la leche??
Agradecería tu opinión.
Un saludo.
Hola! Muchas gracias, me alegro de que te resulten interesantes 🙂
Lo que preguntas sobre la proteína de suero (whey) es muy interesante porque, efectivamente, el efecto insulinogénico producido por la combinación de aminoácidos de esta proteína es incluso superior al de otros lácteos, al estar concentrado. De hecho, con respecto al entrenamiento, este efecto contribuye a la ganancia la muscular.
Pero como todo, lo importante es ver el contexto. Es decir, añadir un batido de proteína para ganancia muscular tendría sentido si sólo con la alimentación no se llegan a cubrir los requerimientos de proteínas. En ese caso, probablemente los beneficios superen a los riesgos. Si, por el contrario, el consumo de proteína con la alimentación ya es suficiente para cubrir los requerimientos, añadir más proteína en forma de suero lácteo no va a aportar más beneficios, pero sí podría contribuir a esos efectos negativos que comento.
Espero haberte aclarado tu duda.
Un saludo!