
Actualmente estamos observando que cada vez más personas sufren de molestias y problemas digestivos crónicos o recurrentes que afectan mucho a su calidad de vida (como gases, distensión abdominal, acidez, alteraciones de tránsito intestinal, intolerancias…).
En muchas ocasiones, estos síntomas digestivos se estudian sin llegar a encontrar una causa o diagnóstico.
Las pruebas salen “normales”, los tratamientos médicos que se suelen pautar resultan poco efectivos a largo plazo (a veces mejoran el problema de manera transitoria pero no lo resuelven) y las personas continúan con sus síntomas sin que nadie les proporcione una solución definitiva para sus problemas.
Esta situación acaba derivando en una peregrinación por diferentes especialistas, en búsquedas desesperadas de consejos por internet o redes sociales, en el consumo de suplementos de dudosa eficacia o en terapias alternativas (algunas incluso peligrosas para la salud), con la consecuente sobrecarga emocional y estrés que todo este proceso genera.
Sin embargo, desde hace ya bastantes años sabemos el importante papel que juegan las alteraciones de la microbiota en estas situaciones. Y, por suerte, su manejo desde el punto de vista nutricional suele resultar bastante satisfactorio.
La relación de la microbiota con este tipo de problemas digestivos no es nada nuevo, la conocemos desde hace mucho tiempo, aunque actualmente se esté poniendo “de moda”.
El problema es que cuando algo se pone de moda se genera a su alrededor un exceso de información que trae consigo mucha confusión.
Por ese motivo, a lo largo de este artículo intentaré poner un poco de orden, aclarar conceptos y resolver las dudas más frecuentes sobre las alteraciones de la microbiota y su manejo.
Pero, antes de continuar, es fundamental que le eches un vistazo al artículo anterior en el que hablé sobre qué es una microbiota sana para poder entender bien lo que voy a explicar a continuación.
¿Qué es la disbiosis?
Una disbiosis es una alteración en el equilibrio de nuestra microbiota que repercute en su funcionamiento y en los efectos que tiene sobre nuestra salud.
Esta alteración puede deberse a:
- Cambios en el tipo de microorganismos que componen la microbiota (menos especies beneficiosas y más especies perjudiciales)
- Cambios en la cantidad de microorganismos que forman la microbiota (despoblación o sobrecrecimiento)
- Pérdida de diversidad de microorganismos
- Cambios en las relaciones entre estos microorganismos (se rompe el equilibrio, un microorganismo crece más que los demás)
- Cambios en las interacciones de estos microorganismos con nuestro cuerpo (localización, efecto proinflamatorio, daño directo…)
A su vez, esta disbiosis puede ser un proceso transitorio o crónico, en función de la intensidad y persistencia de la exposición a los factores que la hayan producido.
¿Qué factores favorecen la disbiosis?
Como vimos en el anterior artículo, desde que nacemos (o incluso antes del nacimiento) existen muchas circunstancias que influyen sobre la salud de nuestra microbiota.
Embarazo, parto y lactancia
Para empezar, si la microbiota de la madre presenta una disbiosis la primera microbiota del recién nacido probablemente será disbiótica.
El tipo de parto y la lactancia también influyen en la microbiota. Se ha observado que los partos por cesárea y la lactancia artificial se asocian a un peor estado de la microbiota tanto en la infancia como en la edad adulta.
Medicamentos y tóxicos
El consumo de antibióticos en cualquier momento de la vida altera la microbiota y favorece la disbiosis. Pero este efecto es aún más relevante durante la infancia.
Además, no solo los antibióticos pueden alterar la microbiota. Muchos otros fármacos también tienen efectos negativos sobre ella, como ocurre con los antiinflamatorios, corticoides, anticonceptivos, antidepresivos, antiácidos, antihistamínicos, antidiabéticos, laxantes…
Los tóxicos como el tabaco, el alcohol e incluso la contaminación ambiental también pueden favorecer la disbiosis.
Alimentación y ejercicio
Otro factor importante que afecta a la microbiota y puede alterarla es la alimentación.
El tipo y variedad de microorganismos que forman nuestra microbiota depende en gran medida del tipo y variedad de alimentos que comemos.
Si nuestra alimentación se compone de una amplia variedad de alimentos sanos, nuestra microbiota será más diversa y sana. Si, por el contrario, llevamos una alimentación basada en productos poco saludables (como los ultraprocesados, harinas, azúcares libres, aceites refinados…) y pobre en alimentos prebióticos (fibra fermentable, polifenoles…) nuestra microbiota será menos saludable y problamente disbiótica.
También influye en nuestra microbiota cuándo y cada cuánto comemos. Comer o picar cada pocas horas o no respetar el ayuno nocturno contribuye a las alteraciones de la microbiota.
La actividad física y el ejercicio también influyen en la microbiota, asociándose el sedentarismo a una microbiota menos sana.
Sueño y estrés
La cantidad de horas que dormimos y tener un sueño de calidad del mismo también determinan la salud de nuestra microbiota. El déficit crónico de sueño favorece la disbiosis.
Otro factor muy importante es el estrés. Las situaciones de estrés alteran la producción de ácido y enzimas digestivas, la motilidad del intestino, etc. influyendo de manera directa e indirecta en la microbiota.
Otros factores
- El exceso de higiene o la falta de contacto con la naturaleza
- Alteraciones anatómicas y patologías del aparato digestivo (adherencias, estenosis, alteraciones de la motilidad)
- Factores genéticos
¿Qué es el SIBO?
El SIBO son las siglas en inglés de sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (Small Intestine Bacterial Overgrowth).
En realidad, el SIBO es un tipo de disbiosis.
En el caso del SIBO el equilibrio de nuestra microbiota se rompe al producirse un aumento en la cantidad de microorganismos (sobrecrecimiento) en una localización en la que habitualmente no debería haber tal cantidad (el intestino delgado).
Además, en ocasiones es un tipo concreto de microorganismos el que prolifera en exceso, dando lugar a diferentes tipos de SIBO con diferentes síntomas predominantes:
- SIBO de hidrógeno
- SIBO de metano
- SIBO de sulfuro de hidrógeno
- SIFO o sobrecrecimiento fúngico
¿Por qué se produce el SIBO?
El SIBO se produce habitualmente en dos tipos de situaciones:
La primera es cuando los restos de alimentos se quedan retenidos más tiempo de lo normal en alguna parte debido a un estrechamiento del intestino o a una alteración del tránsito intestinal. Por ejemplo:
- Estrechamientos debidos a una enfermedad de Crohn, adherencias tras cirugías digestivas o tumores intestinales.
- Enlentecimiento del tránsito por enfermedades como una diabetes avanzada o por medicamentos.
- Alteraciones de la motilidad digestiva por estrés o por falta de descanso digestivo (ingestas muy frecuentes).
La otra situación en la cual se produce el SIBO es cuando no funcionan bien los mecanismos de defensa de nuestro cuerpo que se encargan de tener bajo control el número de bacterias que hay en nuestro intestino delgado. Por ejemplo, en caso de:
- Alteración de las secreciones digestivas en caso de problemas hepáticos, pancreáticos.
- Menor producción de ácido en el estómago (hipoclorhidria) por fármacos antiácidos, omeprazol o en la infección por H.pylori.
- Inmunodeficiencias
Además de estas dos situaciones, la alimentación también juega un papel importante en el desarrollo del SIBO, puesto que algunos alimentos como azúcares libres o harinas son más fácilmente utilizados por las bacterias favoreciendo su rápido crecimiento.
Por ese motivo, las dietas basadas en productos ultraprocesados en las que precisamente lo que abundan son los azúcares libres y las harinas, crean el caldo de cultivo perfecto para el SIBO.
¿Qué consecuencias tiene un SIBO?
El principal problema del SIBO es que produce una fermentación excesiva de los alimentos en el intestino delgado.
Como consecuencia de ese exceso de fermentación se producen bastantes gases, hinchazón y distensión de tripa.
Además, con la fermentación también se producen otros compuestos que pueden resultar irritantes, producir daño e inflamación en el intestino y aumentar la permeabilidad intestinal.
Otra consecuencia de la fermentación del SIBO es que se alteran los resultados de los test de aliento para intolerancias digestivas, dando lugar a falsos positivos (intolerancia a la lactosa, a la fructosa, al sorbitol…).
Y, si el SIBO es severo, también puede producirse malabsorción con déficits nutricionales y pérdida de peso.
¿Qué sintomas producen la disbiosis y el SIBO?
La alteración de la microbiota (o disbiosis) se suele presentar con síntomas digestivos. Sin embargo, también puede asociarse a otros problemas y tener repercusiones sobre nuestra salud fuera del intestino.
Síntomas de disbiosis
Los síntomas digestivos de la disbiosis pueden ser muy variados y presentarse como:
- Diarrea crónica
- Estreñimiento crónico
- Alternancia entre periodos de diarrea y estreñimiento
- Distensión abdominal
- Flatulencia o retención de gases
- Dolor o molestias abdominales
- Intolerancias fluctuantes a alimentos
- Acidez, molestias gástricas o digestiones pesadas
En muchas ocasiones los síntomas son similares a los del síndrome de intestino irritable y bastantes casos de disbiosis se etiquetan como “intestino irritable” o “colon irritable”.
Síntomas de SIBO
El SIBO es un tipo de disbiosis y, por lo tanto, puede presentarse con los mismos síntomas de disbiosis que acabamos de ver.
Pero, además, hay algunos síntomas que son más característicos del SIBO y ciertos detalles que deberían hacernos sospecha de este:
- Que existan situaciones que predispongan a un SIBO como las que hemos visto más arriba (estrechamientos del intestino, alteraciones del tránsito, enfermedades, fármacos, etc.)
- Que predominen los síntomas de distensión abdominal tras las comidas, sobre todo si ha pasado poco tiempo tras la ingesta (30-40 minutos)
- La presencia de eructos
- Halitosis (mal aliento)
- Test de intolerancias positivo a diferentes cosas al mismo tiempo (a la lactosa, a la fructosa, al sorbitol…)
Repercusiones de la disbiosis fuera del intestino
Además de los síntomas digestivos, una microbiota alterada puede repercutir en diferentes aspectos de nuestra salud y asociarse a problemas fuera del intestino como:
- Infecciones de repetición
- Inflamación crónica
- Alergias y enfermedades autoinmunes
- Problemas metabólicos: obesidad, resistencia a la insulina, síndrome metabólico, hígado graso, diabetes tipo 2…
- Enfermedad cardiovascular: hipertensión, aterosclerosis, angina, infartos…
- Déficits de vitaminas, anemia ferropénica…
- Mala regulación del apetito
- Alteraciones hormonales
- Dolor y fatiga crónica
- Osteopenia y osteoporosis
- Enfermedades neurodegenerativas y demencias
- Trastornos mentales, ansiedad, depresión…
En todas estas situaciones puede existir una alteración de la microbiota y deberíamos sospecharla incluso aunque no haya claros síntomas digestivos, porque estos pueden pasar desapercibidos.
¿Cómo puedo saber si tengo la microbiota alterada?
La primera sospecha de que nuestra microbiota no está sana es a través de los síntomas. Como hemos comentado antes, una alteración de la microbiota suele dar síntomas digestivos.
Por otro lado, deberíamos pensar que nuestra microbiota está alterada si sufrimos otros problemas de salud como los que acabamos de comentar en el apartado anterior, incluso sin síntomas digestivos.
Finalmente, si nuestros hábitos de alimentación o de estilo de vida no son buenos, también tenemos más papeletas de tener una disbiosis, aunque aparentemente no tengamos síntomas.
¿Son útiles los estudios de microbiota?
Debido al creciente interés de la población por la microbiota y por conocer su estado, han surgido muchos laboratorios que se dedican a hacer análisis y estudios de la misma.
Sin embargo, a pesar de toda la publicidad que ha surgido en torno a esto, realmente los análisis que se hacen de la microbiota tienen poca utilidad práctica ¿Por qué? Voy a intentar explicarlo…
Por un lado, los análisis de la microbiota en las heces lo que hacen es describir cómo es la composición de la microbiota en cuanto al tipo de microorganismo que la forman y su proporción en un momento puntual. Pero eso no es más que una “foto instantánea” de la microbiota.
Esto significa que si te repites el estudio dos días más tarde la “foto” puede ser muy diferente (porque la microbiota cambia constantemente y de forma rápida baja determinadas circunstancias como ya expliqué en el anterior artículo cuándo hablaba de qué es una microbiota sana).
Por otro lado, actualmente todavía no sabemos a ciencia cierta cuál es el patrón exacto de una microbiota sana. Sabemos que hay microorganismos más beneficiosos que otros, y que la presencia de algunos puede asociarse a determinados problemas o enfermedades… Pero todo este conocimiento todavía está en pañales para poder extraer conclusiones definitivas sobre cuál es el estado de nuestra microbiota.
Además, el estado de nuestra microbiota no solo depende del tipo, cantidad y proporción de microorganismo que la componen (que es lo que se ve en la “foto”), sino también de cómo se relacionan entre ellos y de las condiciones del ambiente que los rodea. Por lo que el mismo patrón de microbiota de un análisis puede ser bueno para ti y malo para otra persona, o al contrario.
Por eso, los resultados de esos estudios tienen poco valor a la hora de enfocar el manejo y tratamiento.
En resumen, el diagnóstico de la disbiosis es fundamentalmente clínico y de exclusión, basado en los antecedentes, los síntomas, la exploración y el descarte de otras patologías.
¿Cómo se diagnostica el SIBO?
En el caso del SIBO sí que existen pruebas que pueden ayudar en su diagnóstico.
La prueba más utilizada es un test de aliento. Es una prueba sencilla y no invasiva en la que se mide la concentración de unos gases en el aire que espiramos tras haber ingerido cierta cantidad de azúcar.
¿Qué hago si tengo la microbiota alterada?
Si tras una adecuada valoración clínica se sospecha de una disbiosis o de un SIBO será necesario llevar a cabo un tratamiento para recuperar el equilibrio de nuestra microbiota.
Lo más importante es tener claro que no existe un único tratamiento o dieta para todos los casos, porque existen tantos tipos de disbiosis o de SIBO como personas.
Cada persona va a requerir enfoques completamente diferentes. Por ese motivo el tratamiento debe ser algo individualizado y muy personalizado.
Esto significa que:
- No todas las personas con SIBO van a necesitar antibióticos
- La dieta baja en FODMAPs no es la única (ni la mejor) solución en todos los casos
- Los probióticos no están siempre aconsejados (y a veces están contraindicados)
- Las exclusiones de la dieta (gluten, lácteos, legumbres…) no siempre son necesarias ni recomendables
En general, lo recomendable es enfocar siempre el tratamiento de menos a más agresivo, y la dieta de menos a más restrictiva.
De hecho, la mayoría de las alteraciones de la microbiota mejoran con cambios sencillos en la alimentación, empezando por crear un patrón de alimentación saludable y prebiótico, como vemos en el curso de salud digestiva.
Y finalmente, solo en los casos más complejos, de más larga evolución o que no responden a ese enfoque inicial, habría que plantearse otros tratamientos más avanzados y protocolos más restrictivos.
Si esto no se tiene en cuenta, se puede entorpecer el manejo y dificultar la evolución del proceso, generando en ocasiones problemas de salud más graves y difíciles de solucionar que los que inicialmente presentaban.
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