
La pizza es una de esas comidas a las que es difícil resistirse… ¿verdad?
Pero también es una de las primeras cosas a las que renunciamos cuando “estamos a dieta”. O al menos lo intentamos.
Pero ¿Quién dijo que la pizza no podía formar parte de una alimentación saludable?
Los problemas de las pizzas
Las harinas, su combinación de ingredientes y su procesamiento, hacen que las pizzas, en general, sean alimentos ultraprocesados. Y, como tales, alteran nuestra forma natural de comer alimentos:
- Hacen perder el control de la ingesta: A veces, el deseo de comer pizza es tan fuerte que resulta “irresistible”.
- Impulsan a comer incluso sin hambre.
- Bloquean las señales de saciedad: es difícil saber cuándo parar.
El resultado es que acabamos comiendo más de lo que el cuerpo nos pediría de forma natural.
Pero el problema se acentúa cuando estas pizzas se convierten, además, en un recurso barato, fácil, cómodo y rápido:
- Si las tienes listas para comer en 5 minutos en el frigorífico.
- Si forman parte de tu fondo de congelador.
- Si se encuentran a una llamada de teléfono de tu boca.
En definitiva, juntamos que son muy accesibles, que están fácilmente disponibles, y que encima son “irresistibles”.
La pizza como un capricho ocasional
Si eres amante de la pizza clásica, probablemente sea una comida a las que has decido no renunciar.
En ese caso, el truco está en considerarlo algo excepcional que haces para disfrutar de forma ocasional. Por ejemplo, una vez al mes.
- Puesto que es algo excepcional, asegúrate de que la pizza que vayas a comer realmente merezca la pena:
- Deshazte de los sucedáneos de pizza precocinados o congelados.
- Huye de las pizzas de cadenas de comida rápida.
- Si te apetece en casa:
- Evita pedir pizzas ya hechas a domicilio.
- Elabora tu propia pizza casera tradicional con buenos ingredientes.
- Puedes acompañarla con una buena cantidad de verduras o ensalada.
- Si te apetece salir:
- Selecciona un sitio de calidad, donde sean especialistas en lo que hacen. Es mejor disfrutar de una pizza de 20€ una vez al mes, que de veinte pizzas de un 1€ 😉
- Puedes aprovechar el entrante para pedir algo de verdura.
- Y si vas a compartir, no es mala idea compartir una pizza y una ensalada, en lugar de dos pizzas.
Pero sobre todo recuerda que es algo ocasional, así que relájate y céntrate a disfrutarlo.
La alternativa saludable
Si comes pizza con frecuencia, y piensas seguir haciéndolo, te propongo varias opciones para que lo hagas de una forma más saludable:
- Mi opción preferida: cambiar la masa clásica de harina por una masa hecha a base de verduras. Puedes utilizar:
- Calabacín
- Zanahoria
- Calabaza
- Brócoli
- Pencas de acelga
- ¡Y coliflor! Te sorprenderán la textura y el sabor…¡Aunque no te guste la coliflor!
- También puedes utilizar legumbres cocidas para hacer la masa. Como esta masa de garbanzos.
- Otro consejos:
- Incorpora verduras frescas entre los ingredientes de la pizza: cebolla morada, pimiento rojo y verde, champiñones, tomate fresco e incluso hojas de rúcula.
- Elige un queso potente: Roquefort, rulo de cabra… De esta forma sólo necesitarás una pequeña cantidad para conseguir mucho sabor.
- Añade especias y hierbas para potenciar el aroma: el orégano es un clásico; pero también puedes echarle imaginación.
Con estas opciones, no sólo disfrutas de una pizza casera con ingredientes mucho más saludables, sino que también aumentas el consumo de verduras y legumbres sin darte cuenta.
Además, en caso de que tengas celiaquía o estés llevando una dieta libre de gluten, es la mejor forma de poder disfrutar de una pizza sin harinas y sin gluten. Porque aunque existen harinas sin gluten y “pizzas sin gluten”, siguen siendo ultraprocesados que es mejor evitar. Estos productos no son una buena alternativa para una dieta sin gluten, ni son más saludables.
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