¡Hola! Mi nombre es Miriam Ruiz.

Soy Médico especialista en Medicina Interna y Dietista-Nutricionista.
Actualmente me dedico al asesoramiento médico-nutricional, a la educación para la salud y a la divulgación de hábitos de vida y alimentación saludables.
Edyal es mi proyecto profesional. Y es el acrónimo de Educación y Alimentación, dos elementos claves para la salud.
¿En qué consiste el proyecto Edyal?
El proyecto Edyal es un medio para poder acercarte la salud de una forma diferente a la que has conocido hasta ahora.
Edyal es un punto donde se van a concentrar las dos herramientas más poderosas que existen para que puedas tomar las riendas de tu salud:
- Información: te daré todos los conocimientos que necesitas, actualizados con la evidencia científica y abrigados por la coherencia
- Recursos y estrategias prácticas: para que puedas trasladar la teoría a la realidad de tu día a día
A través de Edyal te ayudaré a que tomes consciencia de tu estado y nivel de salud, de los factores que están influyendo en ella y de todas las posibilidades que tienes en tus manos para modificar esos factores y poder alcanzar un estado de salud óptimo.
¿Qué te ofrezco a través de Edyal?
En esta web puedes encontrar todo lo que Edyal pone a tu disposición:
- Un Blog con artículos de acceso gratuito en los que doy respuestas a dudas frecuentes sobre alimentación y salud
- Un podcast en el que compartimos experiencias y estrategias para llevar un estilo de alimentación saludable en la vida real
- Recetas con alimentos reales
- Una escuela online con cursos de alimentación saludable
- Menús de temporada con alimentos reales
- Mi libro «Alimenta tu salud con comida real»
- Un servicio de asesoramiento médico-nutricional personalizado
- Charlas, talleres y cursos presenciales en mi Centro Edyal (Murcia)
¿Cómo nació la idea del proyecto Edyal?
Si algo me ha apasionado desde siempre es la salud: saber cómo funciona nuestro organismo y conocer qué factores predisponen, influyen o determinan que aparezca una enfermedad. Y, desde ese conocimiento, poder ayudar a otras personas a alcanzar un estado de salud óptimo y a prevenir la aparición de enfermedades es mi vocación. Por eso hice la carrera de Medicina.
Posteriormente, hacer la especialidad de Medicina Interna me proporcionó una visión global e integradora del organismo. Es decir, me ayudó a entender que cada órgano, cada tejido, cada célula, y cada molécula fabricada por nuestro cuerpo no tiene una función única, simple y aislada del resto, sino que forman parte de un complejo mecanismo en el que cada pieza importa e influye inevitablemente en el funcionamiento de las demás.
Por otro lado, la experiencia clínica en la Medicina Interna me aportó también una percepción sobre el estado de salud de la población.
Fui más consciente que nunca de que las enfermedades crónicas y degenerativas son la mayor causa de mortalidad, de dependencia y de pérdida de calidad de vida de la población adulta y anciana. Dentro de este tipo de patologías crónicas encontramos enfermedades cardiovasculares como infartos de miocardio, ictus o tromboembolismos; enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer; enfermedades metabólicas como la diabetes; enfermedades autoinmunes y, por supuesto, el cáncer, entre muchas otras.
Pero, además de esto, también fui consciente de que actualmente estamos sufriendo una de las mayores epidemias de «falta de salud» entre la población juvenil y de edad media. Cada vez más personas padecen una amplia variedad de síntomas crónicos o recurrentes, y a edades más tempranas. Son muy comunes los problemas digestivos funcionales como el síndrome de intestino irritable; los problemas metabólicos crónicos como el sobrepeso y la obesidad; los dolores crónicos musculares, articulares, lumbares; los problemas menstruales o de fertilidad; el insomnio y las alteraciones crónicas del sueño; la fatiga y el cansancio crónicos, etc. La mayoría de las veces no se encuentra una «causa» a estos problemas. A pesar de realizarse múltiples pruebas complementarias (analíticas, endoscopias, radiografías, escáneres, resonancias…), éstas suelen ser normales, sin hallazgos que justifiquen los síntomas. Por lo tanto, estos problemas «inespecíficos» no llegan a cumplir criterios para poder ponerles el nombre de una enfermedad concreta.
Es decir, estamos ante una epidemia de personas que «no están enfermas pero tampoco están sanas» pero que, sin embargo, tienen enormemente mermada su calidad de vida.
Además, estos problemas tampoco suelen tener un tratamiento médico eficaz. Son problemas de salud que no se tratan con pastillas, porque su origen se encuentra en unos hábitos y estilo de vida que las pastillas no pueden corregir.
El problema es que muchos de estos hábitos se encuentran inmersos y normalizados en nuestra sociedad, y camuflados en nuestro día a día. Algunos de ellos están ampliamente extendidos y abrigados por la falsa sensación de seguridad que da pensar que «todo el mundo lo hace así» o que «siempre se ha hecho así». Otros pueden pasar desapercibidos simplemente por desconocimiento o por infravaloración de su efecto perjudicial sobre la salud. Otras veces son la presión social, el estrés, la necesidad de recompensa, la inercia, la falta de tiempo, de organización o de planificación las que perpetúan estos hábitos.
Sea por el motivo que sea, el resultado es que la suma de estos hábitos está contribuyendo a todos estos «problemas inespecíficos» de salud, que son la antesala que conduce directamente a todas las enfermedades crónicas y degenerativas que describía antes. Es decir, son el aviso y señal de alerta que lanza nuestro cuerpo, para que empecemos a tomar consciencia de la necesidad de cambiar esos hábitos perjudiciales, antes de que se acabe desarrollando la enfermedad.
No existe un único factor o un único hábito que determine la salud y la enfermedad, son múltiples (como expliqué con más detalle en esta charla). Todos ellos son igual de importantes, porque, además, se retroalimentan influyendo unos sobre otros. Yo elegí especializarme en la alimentación (igual que existen profesionales especializados en cada uno de los otros factores) como un medio para poder empezar a devolver a la población la salud perdida.
De esta forma nació Edyal, mi proyecto. Como resultado de mi vocación, de los conocimientos desprendidos de todos mis años de estudio y de experiencia clínica, combinado con la curiosidad y búsqueda constante de respuestas a través de la evidencia científica, el cuestionamiento y la actitud crítica, sin perder nunca de vista la lógica, la coherencia… ni la paciencia.
¿Qué información comparto en Edyal?
En Edyal os comparto las conclusiones que voy extrayendo a lo largo de mi proceso de aprendizaje constante y mejora continua.
¿Cuáles son mis fuentes?
Mis fuentes de información y conocimientos son muy diversas:
- El sistema educativo oficial (estudios y titulaciones universitarias)
- Enseñanzas no oficiales
- Formación autodidacta (mediante revisión de estudios y de la bibliografía existente)
- Aprendizaje de expertos y personas referentes en un tema
- Reuniones y congresos
- Contraste de opiniones y experiencias con otros compañeros
- La experiencia clínica con personas
- La experiencia personal
- Mis errores y fracasos previos
Todas estas fuente son importantes, cada una aporta algo diferente pero necesario; Sin embargo, ninguna de ellas es suficiente por sí sola.
Las conclusiones que os comparto son el resultado de combinar los conocimientos extraídos de todas estas fuentes de aprendizaje, hacer un análisis crítico de los mismos, y de integrar estos conocimiento con la coherencia y la lógica.
Estas conclusiones no son estáticas, han evolucionando y cambiando con el tiempo, conforme he ido evolucionando yo, y conforme he ido acumulando nuevos conocimientos y experiencias. Y seguirán cambiando y evolucionando…
¿Cómo interpretar la información que te comparto?
Puede que estés cansado de recibir información contradictoria de diferentes personas o medios, y ya no sepas qué creerte… Mi consejo es que ¡no te creas nada! No, a mí tampoco. Como te decía antes, yo sólo comparto mis conclusiones, pero yo no tengo «la verdad», ni mucho menos quiero imponértela.
Por eso te animo a que acojas la información que yo te comparto con espíritu crítico. Que sean una herramienta y una fuente más de tu aprendizaje. Que no te la creas sin más, sino que la verifiques por ti mismo y compruebes si tiene valor para ti. Que mantengas siempre una actitud de «escepticismo abierto».
Porque no sólo es importante lo que aprendemos, sino también la actitud que tenemos hacia ese aprendizaje.
Escepticismo abierto
Al contrario que el «escepticismo cerrado» (cuestionarlo todo, no creerse nada, y rechazarlo pero sin comprobarlo ni verificarlo por uno mismo), el «escepticismo abierto» se podría caracterizar por la siguiente actitud:
- Lo cuestiono todo. No me creo nada, pero tampoco rechazo nada. Lo compruebo y verifico todo.
- Mantengo una actitud activa de búsqueda de conocimientos, para poder extraer mis propias conclusiones, combinando todas las fuentes de aprendizaje posibles, e integrándolos con la lógica y la coherencia.
- No estudio buscando reafirmar y afianzar mis hipótesis, sino refutarlas.
- Mantengo una actitud abierta, escucho, contrasto y acepto todas las opiniones e ideas.
- No me aferro a una idea o creencia, ni intento imponerlas.
- No aplico los conocimientos de forma generalizada, sino individualizada.
- No pienso de forma reduccionista, sino global, integral y holística.
- Busco encontrar, aceptar y abrazar mis errores, y aprender de ellos para seguir evolucionando.
Pero hasta llegar a este «escepticismo abierto» suele pasarse por varias fases, que son necesarias porque forman parte del propio proceso de aprendizaje:
- Fase de aprendizaje dogmático: me creo todo lo que me enseñan y que es lo formalmente aceptado.
- Fase de desaprendizaje y reaprendizaje radical: dejo de creer en todo lo que me han enseñado hasta el momento y empiezo a creer fervientemente en algo totalmente opuesto, por lo general poco aceptado y criticado por la mayoría.
- Fase de reafirmación: busco en la evidencia científica la forma de confirmar mis hipótesis, defender y luchar en lo creo. No acepto las opiniones de los que opinan lo contrario.
- Fase de cuestionamiento: experimento incoherencias en lo que creo y empiezo a cuestionarlo.
- Fase de decepción y negación: pienso que nunca voy a encontrar la verdad y dejo de buscarla.
- Fase de «escepticismo cerrado»: ya no me creo nada y lo rechazo todo sin ni siquiera probarlo y verificarlo.
- Fase de aceptación y reapertura: acepto que no voy a encontrar la verdad, porque no existe una «única verdad estática», pero vuelvo a abrir la puerta al aprendizaje, sin condicionamientos.
- Fase de cambio de paradigma y cambio de objetivo: el objetivo ya no es encontrar la «única verdad». El objetivo es no dejar de buscarla, aún sabiendo que nunca la voy a encontrar. Aprender, desaprender y reaprender de nuevo.
- Fase de «escepticismo abierto»